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El hierro y el carbono en la historia de Sama

      Pedro Duro, nació en Logroño en 1811 y falleció en La Felguera en 1886. Siendo aún niño se traslada hasta Madrid, donde consigue ingresos suficientes y se interesa por la fundación de una industria siderúrgica.

      Tras la muerte de su esposa por enfermedad, busca un lugar que reúna las condiciones ideales para desarrollar su proyecto. La Felguera tiene una comunicación apropiada (Carretera Carbonera y Ferrocarril de Langreo), y recursos naturales necesarios para la siderurgia, agua (ríos Nalón y Candín) y carbón (Reales Minas de Langreo). Pero, ¿qué había antes de su llegada a La Felguera?

      Desde el S.XVI se conocía la existencia del carbón y sus posibilidades de aprovechamiento, aunquefue a mediados del S. XVIII cuando un incendio fortuito en un monte de Carbayín el que descubrió la existencia de un yacimiento de piedra de carbón. Su extracción y uso como combustible no se consideró como actividad industrial hasta muy avanzada la segunda mitad del S.XVIII.     

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      Es en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los ilustrados de la época fomentaron la extracción de hulla para hacer progresar económicamente al país. Francisco Carreño envió a mediados de siglo un informe a la Junta General del Principado, el Ministerio de Marina mostró interés por este documento, decretando en 1767 la utilización del carbón para la fundición de cañones de los arsenales militares de El Ferrol (La Coruña) y La Cavada (Santander).  Desde la secretaría se promovieron las actuaciones oportunas para la explotación (creación de las Reales Minas de Langreo, 1791) y salida de combustible hacia los centros de consumo.

Tras  un estudio de la calidad del carbón asturiano para su uso en las fundiciones estatales, Carlos III en 1780, dicta una ley que incentiva la creación de compañías para la extracción del carbón. Es Gaspar Melchor de Jovellanos en 1789 quien elabora el documento más importante en el que se pide:

  • Libertad para la explotación de minas

  • Construcción de una carretera desde Langreo a Gijón

  • Creación de un instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía.

       Desde la secretaría de marina, se promovieron las actuaciones oportunas para la explotación de yacimientos de carbón (creación de las Reales Minas de Langreo, 1791) y salida de combustible hacia los centros de consumo.

      En  1794 se inaugura el Instituto Asturiano pero no  se consiguen llevar a cabo los otros puntos de l documento de Jovellanos.

      En la zona central de Asturias, los campesinos extraían el carbón de manera artesanal en los filones que afloran a ras de tierra en los prados de Siero y Langreo. Hacia 1800 la producción alcanzaba aproximadamente las 4100 toneladas.

      La idea de la carretera “carbonera” se vio relegada ante la propuesta del ingeniero de la Armada, Fernando Casado de Torres, que planteó transportar el carbón  de las Reales Minas de Langreo en chalanas por el río Nalón. El objetivo era llevar el mineral a los hornos levantados en Trubia en 1794 para la fabricación de armas. Las crecidas del Nalón hacían que la ascensión de las chalanas fuera a mano, lo que ocasiona a las Reales Minas de Carbón de Langreo enormes perdidas  demostrando, que el proyecto de Casado de Torres era inviable, lo que, sumado a los problemas técnicos de los Altos Hornos de Trubia,  conllevó el cierre en 1803, de la Reales Minas, primera empresa pública del sector hullero aunque bajo el mando técnico de ingenieros belgas. Esto junto con la guerra de la independencia (1808-1814), provocó la total paralización de la producción hasta la segunda década del siglo XIX, se sabe que en 1828 se exportaban desde Gijón 3.700 toneladas de carbón.

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      La producción no se retomaría hasta los años 20 del siglo XIX impulsada por la Real Orden de 1829, que trata de promover la explotación de carbón de hulla. Guillermo Schulz inicia sus primeros estudios científicos en Asturias publicando dos importantes obras: el “Atlas geológico y topográfico de Asturias” y “Descripción geológica de la provincia de Oviedo”. También se despierta el interés de los inversores extranjeros que empiezan a participar, vía capital, en la aventura industrial asturiana.

      Así, tras conseguir la exención del pago de impuestos por veinticinco años  y la concesión de terrenos próximos a la costa para la extracción de hulla en Arnao (Castrillón), un grupo de financieros belgas -la familia Lesoinne-  y los catalanes Joaquín Ferrer y Felipe Riera fundan en 1833  la Real Compañía Asturiana de Minas. Aunque aterrizan con la idea de poner en marcha un centro siderúrgico para aprovechar el cercano carbón -mineral que se utilizaba en una amplia proporción en la función de hierro- la sociedad se reconducirá más adelante hacia la metalurgia del zinc, actividad presente aún hoy en Arnao a través de Asturiana de Zinc.

      Las minas del interior no contaban con vías de comunicación adecuadas y los inversores reclaman soluciones. El sevillano Alejandro María Aguado, Marqués de las Marismas del Guadalquivir por gracia de Fernando VII y que había hecho gran fortuna en Francia, impulsa la carretera “carbonera” para llevar a puerto el mineral de sus minas, de la Sociedad de Minas de Siero y Langreo, que en 1838 había logrado medio centenar de concesiones mineras. La obra de la carretera concluyó en 1842. Aguado quería hacer de Asturias una segunda Bélgica, no ocultando su deseo de imitar al país continental que antes se había sumado a la Revolución Industrial. Sin embargo, su repentina muerte tras inaugurar la ruta se llevó también por delante todos sus planes inversores.

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Continua

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